viernes, 7 de septiembre de 2012

Silvia Palferro




La medianoche del párpado
cayó hasta el final.
Es allí donde el hombre se hace otro
y en ese no saberse pierde el rostro.
Desde alguna luz de inciertos
detrás del tiempo estrellándose
el hombre es posible
que recuerde o nunca
pero su voz tuvo la edad
de todos los silencioos
y cada paso se detuvo en uno.
Sin embargo después otra geografía
adoquinada al cuerpo comienza
a rodar como luna querendona.
Acaso de la vida pueda ser el misterio
este reparto de historias sin ángeles
que burlaron los balcones de la noche,
cuando la verdad quién sabe
si allguna vez despierte
sobre los días, quién sabe. 

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