sábado, 8 de septiembre de 2012

Ernesto Ramírez



Brecha generacional

La noche, pasada de tragos, trastabillaba bajo mis pies. Al llegar a la esquina los semáforos giraban y se giñaban unos a otros. Crucé la calle en zigzag y encorvado, como esquivando baches de ozono. Surgió el parque con las farolas encendidas. Me dispuse a atravesarlo. Nada más entrar apareció un señor. Rígido interceptó mi camino en mitad del paseo. No tuvo la gentileza de hacerse a un lado y di la cabeza contra su cuerpo robusto y macizo. Ni se inmutó. Me maree –más- y una brecha sangró en mi frente. Le recriminé su agresión pero no respondió. Exigí se explicase mas no habló. Solicité su ayuda y nada. La luna le iluminó el rostro y pude ver que era un enorme, indiferente, y lustroso anciano. La eterna falta de diálogo de las generaciones precedentes, atiné en pensar antes de desvanecerme.

Made in

En su rancho de los suburbios no existen estos festejos ni muchos otros. A sus ocho años no recuerda haber festejado ni siquiera el propio cumpleaños. Al primer descuido de esos niños arremete contra la gorda encendida y corre. ¡Reo, guacho de mierda! les oye gritar. Más tarde, acurrucado bajo el puente junto a un fuego que atora la noche de espectros crepitantes, observa la ciudad: las filas de autos, la nerviosa policromía de los semáforos, la fuente, la silueta de los árboles… En su barriga-alma, el espíritu naranja y sólido de la calabaza ahuyenta, por unas horas, al fantasma que a diario le atormenta.

sin lugar

se anegaron los sueños
del hombre sin lugar
el herrumbre y el frío del rancho
corroyeron la ilusión
y el agua verde del cordón
de putrefacción marginal
le inundó el alma
hasta hacerlo vomitar odio
desprecio por sus pares
y a pares de balas
se busca la vida cercenando iguales
desiguales en oportunidades
claro,
de civismo loable a la hora de tener
y deleznable avaricia a la de igualar
ciegos y obcecados patrocinadores
de seres sin nada que atesorar
porque el semen vacío
procrea vacuidad
turbas de niños sin lugar
futuros hombres:
desarraigados
desesperados
deshabitados
desdiosados
chuecos* corroídos por la miseria
de aprender vedados
sin nada que dar y a la vez
nada que perder
a la hora de aprehender.

*alusión al Chueco Maciel, marginado uruguayo famoso por repartir con los otros pobres de los rancheríos el importe de sus cobranzas sociales.


insumo

pobre pobre,
pobre vive, sueña pobre
enfangado de indigencia avanza
por debajo de la línea trazada por samaritanos hartos,
carga destempladamente la miseria
de su muerte cotidiana
atragantado con su fario indigesto
no, no importunes con demandas
el silencio es tu alimento
no, no indignes reclamando dignidad
dobla la espalda y prosigue
que adelante se abre un bello y abismal futuro
-bello futuro sin vos y abismo sólo tuyo-
un basural de optimismo
una perenne y lodosa hondonada
donde florece la muerte sus flores de alivio
en tanto haciendo arcadas rezamos por tu alma impenitente
piadosos los bien comidos
pobre, dócil e indefectible mastodonte
millonésimamente celular, vascular, genital
frugal por antonomasia
escollo condenado a no descollar
de idiosincrasia resistente
persistente en el designio de tu génesis
y en enturbiar las estadísticas:
puntilla marginal de las periferias urbanas
puntos de hambruna en los planisferios
manchas de negras epidemias
pobre de sino pobre
pobre insumo desechable
pobre tu estirpe ramificándose por simas sin sales
pariendo yuyos adictos a las suelas
no puedes proceder del simio pues la evolución te ignora
ni del señor pues lo creado dicen no desampara
haz de ser obra de un creador paralelo
mas de seguro pusilánime
que un paraíso misérrimo reserva al buen indigente
y a falta de combustible un infierno gélido
al pobre que en la miseria falte,
los querubines que te esperan, pobre, reptan no son alados
y el demonio –el peor- opíparamente humano
y tu tumba, pobre, mísera y honda
profunda cual tu destino
ninguneada
como tu historia. 

1 comentario:

  1. Bueno , muy bueno tu aporte Ernesto.
    Crudo develar que a la gente no suele interesarle correr tal velo que la tramposa cotidianidad encubre.
    Me pareció magnífico. Felicitaciones.
    amelia

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