jueves, 12 de julio de 2012

Hugo Patuto


Hugo Patuto



Hugo Patuto: nació en Conesa, partido de San Nicolás (Bs. As.), en 1961. "Precioso ángel en llamas" (1982), "Orilla en la sangre" (1989), "El destino de la nube" (1993), "Como podría decirse del viento" (2001) y "El tatuaje de las voces"(2009), libros de poemas publicados. En prosa, "Acuario de sorpresas" (1994) y "Jauría y otros relatos" (2012). Es uno de los miembros fundadores del Grupo Literario Disámara de San Nicolás. Reside en la ciudad de Pergamino.


manejar en soledad

    Quiso volver a la imagen de las copas, de la confidencia sin estribos, de la medianoche clara y distante… Sólo tuvo la certeza del cigarrillo entre los dedos y las palabras que dijo para sí, de cara al espectáculo paciente de las estrellas. El auto había quedado a siete cuadras.
    Una luz pareció envolverlo –como si los minutos hubieran arrojado el espectro del amor sobre alguien; sin embargo, era él- y creyó que la ciudad conspiraba.
    
Aquella mujer de la túnica transparente velaba con ojos desorbitados. Intentó una caricia, que ella rechazó. Había pensado atraerla con firmeza: humo, los pómulos con grietas, la nada… Otra condición vino de la mano de su amiga, campera de cuero y botas, la sonrisa crucificada. Voló al centro de una tarde (julio, agosto?), liviano como el perdón. El ir y venir de locos (semejante a la marcha laboriosa de una ardilla) caracterizó a la señorita de la casa enorme. “Con todas me ha pasado lo mismo”, pensó, “porque el amor apenas coloca en su lugar mis caprichos”.
    
Condujo fastidiado, entre varios camiones hasta que el desvío  puso reparo a su ansia de llegar o, al menos, tener la ruta en el bolsillo.
    
Ya en medio de la penumbra del dormitorio, hizo lo que pudo para reinventarse… La mujer soñaba con algo que parecía escapar de sus labios; y luego un brazo extendido, que apenas lo rozó.
               Hugo Patuto 
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1 comentario:

  1. No puedo decir que entendí por completo este relato, pero una frase: "liviano como el perdón" me quedó grabada y dio alas a mi pensamiento. Solo quien sufrió y perdonó puede conocer la verdad que se esconde tras esas cuatro palabras...

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