lunes, 26 de marzo de 2012

ARMONÍA SOMERS


 
Armonía Somers, seudónimo literario de Armonía Etchepare, nació en Pando en 1914 y murió en Montevideo en 1994. Hija de un comerciante anarquista y anticlerical y de una madre católica, en la biblioteca de su padre encontró autores decisivos para su formación: Kropotkin, Leopardi, Darwin, Dante Alighieri, Spencer, entre otros. Terminó sus estudios en 1933 y comenzó su carrera como maestra y pedagoga. A partir de 1960 fue invitada por la UNESCO y por distintos organismos educacionales a París, Londres, Ginebra y Madrid. Su primera novela, La mujer desnuda, se publicó en 1950, a la que le siguieron el volumen de cuentos El derrumbamiento (1953), De miedo en miedo (1967) y Un retrato para Dickens (1969). A fines de 1969 enferma gravemente de una rara dolencia, el quilotórax, de lenta y dolorosa recuperación. De esta experiencia nace, en un largo proceso de elaboración creativa, entre 1972 a 1975, su novela monumental Sólo los elefantes encuentran mandrágora (1986). En los años ’70 comienza la recepción literaria internacional de su obra, que muchas veces se asocia con la de Lautréamont, y es traducida al inglés, al francés y al alemán. 


UN RETRATO PARA DICKENS 

No, no era posible resistir el peso del cielo solitiario que se me abrió entonces encima dejándome su exacto centro. Se amaban, qué cosa inexplicabe, aquello no era sino estar uno en el otro, algo tan miserable y rotundo a un tiempo que permitía levantarse de los golpes y persistir con la misma paciencia de un corazón que fabrica latidos. Yo no sabía ya que hacer. Oriné en la rejilla toda mi amargura y, aunque decidirme desde ese momento por la Gertrude era algo así como jurar robarse la bandera de un barco pirata, me fui de nuevo a la cama. Oí por un breve tiempo respirar a mis hermanos en su felicidad de pobres diablos sin más aventura que algún resuello cualquiera. Luego empecé también yo a sumergirme en aquel lago sin fondo al que nunca se entrará con los ojos abiertos. Y por primera vez en la vida soñé con unas benditas palomas que desde esa noche no me dejarían en paz en cuanto cayera dormida. Los bichos se aparecieron a través de la arpillera de la cortina, luego invadieron el cuarto. No jugaban ningún papel allí, no parecían querer ni ofrecer nada. Para el comienzo de su larga actuación se habían disfrazado de lo que eran sencillamente. 

La chica apareció al otro día a nuestro piso a llenar un balde de agua. Alguien había reatado el grifo con un alambre en tanto cortase un anillo de cuero para la válvula.

- No se puede - dije entonces acercándomele, mientras me quitaba de los ojos el sueño de las palomas que aún seguía entre pestaña y pestaña.

- ¿Y por qué? - se atrevió a preguntar ella con una voz que parecía no salirle del cuerpo, sino de alguna de las magulladuras que se lo tatuaban.

Tragué saliva, luego me revolví los hígados para sacar a luz mi mejor mentira fantástica, y le dije que tal vez nunca más tendríamos agua, que el inquilino nuevo y su mujer eran unos monstruos a los que les gustaba vivir en seco, y que quizás por esto habrían sellado la canilla para siempre. Estuve pensando aún cuánto sería verdad y cuánto mentira en todo aquello.

4 comentarios:

  1. Un cuento fantástico de la escritora uruguaya que desconocía, Armonía Etchepare. Un descubrimiento tardío pero valioso.

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  2. Solo conocía de ella que su estilo se emparentaba con Loutremont.
    Gracias por la inquietud: habrá que buscar y leer.
    amelia

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  3. Otra autora "descubierta" por Artesanías, el cuento breve y enigmático nos siembra de dudas, C.A.T.

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  4. No la conozco, pero ya con solo este cuento revela una literatura distinta y un estilo muy personal.
    Sería bueno seguir leyéndola.
    MARITA RAGOZZA

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