domingo, 30 de octubre de 2011

Grupo Generación Abierta



Grupo Generación Abierta


Coordinación General: Luis Raúl Calvo-Julio Bepré-Amadeo Gravino


Coordinación Musical: Pako Rizzo


Coordinación de Artes Visuales:Mariana Cambre


Encuentro número 447

Viernes 4 de Noviembre de 2011 - 20 horas


*Poetas en el Recuerdo: Horacio Castillo, por Nina Thurler.


*Lectura de Poesía: Cristina Domenech,Estela Kallay, Vicky Lovell,Gabriela Melliuza,

Marcela Villavela.


Presentación del libro " La Soledad Habitada", de Gianni Sicardi. Palabras a cargo de Ofelia Funes y Máximo Simpson. Luis Raúl Calvo leerá comentario de Graciela Maturo.

Café Montserrat

San José 524

Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Entrada libre y gratuita



lunes, 24 de octubre de 2011

CINE: Aspirantes a la felicidad



JAVIER OCAÑA 

ANOTHER YEAR


Dirección: Mike Leigh. Intérpretes: Jim Broadbent, Ruth Sheen, Lesley Manville, Oliver Maltman. Género:melodrama. R U, 2010. Duración: 129 minutos.

La felicidad ronda por ahí, a la vuelta de la esquina. Quizá alrededor de uno de sus amigos o sus vecinos, esos de los que la cara energúmena del género humano siempre afirma que algo esconderán bajo el manto de dicha. Y sin embargo hay gente feliz; o mejor, que tiende hacia la felicidad, el estado natural al que hay que agarrarse, para luego no despeñarse. Gente como la pareja protagonista de Another year, enésima demostración de la clarividencia de Mike Leigh para reinventar el melodrama: un hombre y una mujer maduros, al borde de la sesentena, que simplemente aplican el sentido común, que inspiran paz mientras aspiran a ella, que otorgan calidez a los que les rodean por mucho que estos anden a la greña con la vida. Y así otro año, y otro, y otro. Another year, alejada de las grandes aspiraciones desde su título, es sin embargo pura trascendencia. En ella no ocurre nada, en ella ocurre todo.
Dividida en cuatro segmentos con las cuatro estaciones del año, la película fluye a través de largas conversaciones en diversos encuentros con los seres que rodean a la pareja. Nada especial, como la vida misma. Casi revolucionaria en su humanismo sin alharacas, Another year es compasiva, piadosa y, al mismo tiempo, certera en su rectitud, en sus principios morales, en su naturalidad, en su laconismo cuando ya no queda nada más por decir. Como en las obras de Antón Chéjov, Leigh nos viene a decir que en la cotidianidad, en las minucias, habitan a veces las malas pasiones. Y también las buenas. No hace falta matar a nadie para ser una mala persona ni ser santo para ser una buena. Como aquel Timothy Spall de Secretos y mentiras, el padre interpretado por Jim Broadbent como si no hubiese sido en su vida más que ese hombre en concreto es un ser sublime en su modestia. La misma modestia desplegada por Leigh. "No soy un cineasta intelectual. Mis películas responden a la manera de ser de las personas, reflejan mi modo de ver las cosas", decía, en 1994, el director de Hard labour (1973), Meantime (1983), Naked (1993), El secreto de Vera Drake (2004), y otras tantas extraordinarias películas. Cuarenta años poniéndonos delante del espejo.


domingo, 23 de octubre de 2011



ARTESANÍAS  LITERARIAS
La revista editada en el exilio 
 Cuentos y poemas, textos literarios, ensayos, historia. 
Enviar mensajes y colaboraciones de cuentos y poemas con un breve CV y una foto  a:  
º º º º º

CONSEJO de COLABORADORES de

ARTESANÍAS LITERARIAS
                               
                  
EDITOR: Andrés Aldao
           
SEC. DE REDACCIÓN: Ester Mann
                  
COLABORADORES:

Carlos Arturo Trinelli
                                                         
Amelia Arellano
                                                          
Celmiro Koryto
                                                          
Cristina Pailos

Marita Ragozza de Mandrini

Ernesto Ramírez

Ofelia Funes

·                        
·                       ÍNDICE GENERAL DEL 22 / Oc. / 2011

         
ENSAYOS TEXTOS CINE

·                        CARMEN VÁSCONES (publicación especial)
·                       ENSAÑAMIENTO DEL DESTINO
·                       El acuarelista en el matadero
·                       Autobiografía desesperanzada
·                       CINE: Riesgo autocomplaciente
·                       CINE: La saeta de las vencidas
·                       CINE: Las miserias de la supervivencia
·                        
·                       NARRATIVA
·                        
·                       El Hombre Que Tosía Moscas
·                       El Turquito Baltasar
·                       ESTER MANN
·                       Por Cristina Pailos
·                       CRISTINA VILLANUEVA
·                       Selección de hiperbreves narrativos
·                       JUAN JOSÉ SAER
·                       ANTONIO DAL MASETTO.
·                       CARMEN PASSANO
·                       Orlando Mazeyra Guillén
·                       ALEJO URDANETA
·                       GIOVANNI BARLETTI
·                        
·                       POEMAS
·                        
·                       MARTA COMELLI
·                       ERNESTO RAMÍREZ
·                       AMELIA ARELLANO
·                       CELMIRO KORYTO
·                       AHARON SHABTAI
·                       Mahmud Darwish . poeta palestino
·                       NANCY MOREJÓN
·                       MARTA AGUDO
·                       MARITA RAGOZZA DE MANDRINI - Poema
·                       LUIS JORGE CALVO
·                       Juan Disante
·                       GIANNI SICCARDI - de La soledad habitada
·                       Jorge Ariel Madrazo
·                       ADRIÁN CAMPILLAY
·                       Ofelia Funes
·                       CARLOS SPINEDI
·                       Puente Alsina con Pugliese cantando..Jorge Vidal.
       

CARMEN VÁSCONES (publicación especial)



CARMEN VÁSCONES


Carmen Váscones: Samborondón, 1958, provincia del Guayas- Ecuador, de profesión Licenciada en Psicología y Psicóloga Clínica, ha trabajado con Instituciones de atención al niño, la familia y a la comunidad (INNFA) tanto en Investigaciones, Asesorías, Coordinaciones. Ha laborado en colegios y Universidades. Ha dado talleres de creación literaria. Publicaciones: LA MUERTE UN ENSAYO DE AMORES, Casa de la Cultura del Guayas, Guayaquil, 1991; CON/FABULACIONES, editorial el Conejo, Quito, 1992; MEMORIAL AUN ACANTILADO, editorial El Conejo, Quito, 1994; AGUAJE, editorial Libresa, Quito, 1999. Aparece en antologías nacionales y extranjeras. Reconocimientos: II BIENAL DE POESÍA "CÉSAR DÁVILA ANDRADE", con el libro MEMORIAL AUN ACANTILADO, 1993. MENCIÓN EL UNIVERSO, Vigésimo noveno concurso nacional de Poesía Ismael Pérez Pazmiño, Bodas de Diamante, con el libro AGUAJE, 1996. Seleccionada para la primera y segunda exhibición de Poemas poster de poetas iberoamericanos contemporáneos. Academia Iberoamericana de Poesía, Stt. Thomas University Federicton, N, B., Canadá, 1998 y 1999. Seleccionada en el Inventario de la Poesía en Lengua Española (1951 a 2000), Universidad Autónoma de Madrid, 2000. Finalista en el Séptimo Concurso Nacional de Poesía Inédita, El Poeta y su Voz, 2003. Distinción de Honor, como la Poeta Exelente de la selección Latinoamericana designada por Casa del Poeta Peruano, aBrace y la Comisión Académica que realizó la "poética Latinoamericana como Ángeles en llamas, 2004". I Concurso de Cuento y poesía de Revista Hogar, 2004,género poesía con el texto, "Pasea la luna en el jardín de los laberintos".

A sheyla bravo, y  a sus hijas maya y soledad

La princesa de las flores azules anda descalza por camino de piedras

la siguen rana y colibrí  en secreto  van llevando hilos de hojas
ella teje vestido de estrellas sin descanso con sus manitas inquietas
para su muñeca revoltosa
esta estira los brazos en la buhardilla cómplice
el corazón le salta en cada subida
como canguro tierno dentro de la alforja de su madre
toda atenta mira una escalera de madera  y sin pensarlo
 se echa se acomoda y cruza las piernas
parece dueña del mundo en la mitad de la luna de su sonrisa nace el cielo
coqueta y toda impaciente saca aguja y ensarta gotas de espejos
se prestan como ofrenda a los relámpagos del encanto
destella  en su piel memoria y trazos de fonemas
de tiara en tiara hace tal diadema
 cae como chal de aura en todo su cuerpo de niña
soñando paraíso andrógino
prende fogata
atiza braza
casi incendia al verbo ingobernable en su paila de dudas
se acuerda tiene quiera o no continuar
se levanta coge una ramita
en la otra mano aprieta a la traposita
muñeca toda negra con su vestido rojísimo  y lentejas de agua fuente
parece tocar génesis de cada vástago queriendo saberse si cabe
en los brazos de la vocal acompañante  del vacío en el destiempo de uno

La soledad va asomando como cueva tierna

Avanza como pensando si algo olvida
hace gesto como si dudase
coge un pedazo de raíz y la echa a ningún lado
se acuerda casi al último
está a punto de  llegar a la loma de guápulo
¡claro! falta un detalle: sus velitas ¿dónde? ¡ya!
saca de uno de sus bolsillos dos flores amarillas de cera
en ese instante recuerda al mar
se ve echando en la marea  pétalos  mientras llama a changó
va vestida de liencillo y flores blancas 
poco a poco se desprenden de su cuerpecillo de arena

Queda desnuda la infante no pudiendo creer  ha conocido
esa inmensa sábana celeste que se mueve sin batirla nadie
se pregunta ¿será el espejo del cielo libre de ojos celosos?

Ahora sí
llega allí a loma tan alta
a veces haciendo creer dominamos el miedo
se arrodilla calladamente a un costado con su única acompañante
no sin antes sacar unos fosforitos y prenderlos ocultándolos al viento
sus dos florecillas radiantes como el sol se anidan a los filos
se lo ocurre ponerle un nombre a cada una

Se llamaran Soledad y Maya en la dulce presencia de la existencia

Les dice como cómplices de clarividencia -a que nos cuidamos-
parecen almas siamesas del día y de la noche

Iluminan como vasos comunicantes para no perder la magia de la nada

Ahora sí se acuesta a descansar mientras  la tierra  despaciosamente
la cubre con su frazada terracota hasta dejar sólo a la vista
a las dos llamitas desconcertadas  sobre la hierba

Se deja oír algo
es el eco  trayendo una sombra difuminada
inquieta al misterio ocultándose
es el arco iris todo liviano llegando atrapado
hace sonreír a las dos chispitas tristes
lo trae el búho en sus alas envuelto como bufanda
y está no puede más con tanto enredo en las plumas

La danza enigmática  de la ola derrota a la razón

Ya no más pensar en los dos lados de la palabra
nace la voz del encanto en el embrujo del sol
atrapa vacío  sonido de  agua ausentándose

Imagen de fuego y lluvia los tachones de la sombra

El viento desprende memoria cansada de contradecir
ayuno de montañas el abismo del sueño

En sus labios tumba pasión sin respuesta

Los velos del cielo una pupila dejando notar la duda del deseo:
precipicio de eros lucha inacabada

“El tiempo petrificado”
se desborona

El caos falla del crío convocando mitad sin mí

El anhelo se escapa al ser
 no quiere lo devore el hastío

Alguien lee las “crónicas del edén” y la fábula de un momento:
una mujer desafío al destino hasta dar con ella

(No necesitas adivinar quién es)

ºººººººººººººººººº 

ENSAÑAMIENTO DEL DESTINO

SARA RUS


LA HISTORIA DE SARA RUS, SOBREVIVIENTE DE AUSCHWITZ Y MADRE DE PLAZA DE MAYO

Por Victoria Ginzberg

La mujer levanta la vista. Tiene los ojos húmedos, enrojecidos. “Mayormente no lloro”, dice. Se seca con un pañuelo de papel. Revuelve el té que acaba de servir en la mesa de su departamento de Belgrano. “Mayormente no lloro”, repite Sara Rus. Tiene 83 años. Pero habla y es una nena de doce años que separan de la fila de la lechería del gueto de Lodz, donde fue con su jarrito para conseguir alimento para su hermano porque su madre está enferma y no puede amamantar. Es una nena que ve morir al bebé y no puede contener las lágrimas. Después será la joven que salvó a su mamá de las cámaras de gas de Auschwitz, la que trabajó esclava en una fábrica de aviones y la que se enamoró a pesar de todo. La mujer que llegó a la Argentina tras cruzar de forma ilegal la frontera con Paraguay, la que empezó de nuevo y fue feliz y perdió a su hijo mayor, cuando una patota de la última dictadura se lo llevó de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Hoy es la abuela que conmueve a estudiantes en sus charlas y va al gimnasio y baila rikudim. La que cree que la vida vale la pena porque después de todo lo que vivió tiene una mesa para recibir visitas y compartir el pan con una familia que la rodea de amor. “Hago lo que hice toda mi vida, lucho por no olvidar. Para que los nazis de Alemania y los que estuvieron acá nunca más tengan la fuerza que tuvieron.”

Lodz

Schejne María (Sara) Laskier de Rus nació en Lodz , Polonia, en 1927. Fue, hasta 1939, la única hija consentida de Jacobo y Carola Laskier. Su papá era sastre. Hacía trajes a medida para los señores y tapados de piel para las señoras. Sara iba a la escuela y estudiaba violín. Hasta que llegaron los nazis. “Yo no tenía noción de qué pasaba. Mi madre decía ‘si ganan los alemanes vendemos todo y nos vamos de Polonia’. Mi padre creía que iba a ser como en la Primera Guerra. Pero después teníamos que bajar de las veredas, usar la estrella de David para identificarnos. Hubo mucha discriminación que probablemente yo no entendía. Con el correr del tiempo empecé a darme cuenta. Un tío, hermano de mi madre, emigró porque un grupo de chicos pola cos le dio una paliza por ser judío. Ya teníamos familia en la Argentina y se vino acá”, cuenta.
Recuerda bien la primera vez que sintió en carne propia la violencia antisemita, aunque en esa oportunidad ni siquiera la tocaron: “Un día aparecieron los alemanes en casa. Cuando entran, con esa prepotencia, ven mi violín sobre la mesa. Uno pregunta ‘¿acá quién toca el violín?’. Mi madre, toda orgullosa, dice ‘mi hija está aprendiendo’. ‘Ah, ¿Te gusta el violín?’, dice y con una fuerza terrible lo revienta en la mesa ”.
Pronto tuvieron que dejar el departamento e instalarse en un pieza del gueto. Empezaron las “selecciones”: los vecinos que se subían a un tren con la promesa de una vida mejor en otra parte. El trabajo era obligatorio. El que no trabajaba, no comía. Y el que trabajaba casi no comía. A Sara la mandaron a una fábrica de sombreros: sombreros para mujer, sombreritos para chicos y manguitos de piel para protegerse las manos en invierno. Carola estaba débil y no podía cumplir con las obligaciones impuestas por los nazis. Su hija, que tenía catorce años, se llevaba trabajo a su casa, preparaba una producción extra y la entregaba en nombre de su madre para que no le quitaran la carta de alimentación.
“Mi madre en el año ’40 tuvo un bebé, un nene. Ella estaba muy enferma. Tenía tifus, prácticamente no tenía leche para alimentar al nene. Había hospitales pero con muy pocos recursos. Yo, como una hermanita todavía chiquita, iba a la madrugada a la lechería donde repartían un poquito de leche a la gente que tenía bebés, tenían que presentar un papel. A mí no me consideraron, me ponía en la fila y me echaban, no podía conseguir... El nene vivió tres o cuatro meses y lo más terrible, que mi madre un tiempo largo no se enteró por qué mi padre y yo íbamos al hospital. Casi al año quedó otra vez embarazada, tuvo otro varoncito, que fue liquidado al nacer.” Sara se quiebra. Llora. Aunque en general no lo haga.
Las lágrimas obedecen a la impotencia, a no haber podido intervenir para alejar la muerte. Lo mismo pasaría 37 años después. Frente a los SS, en cambio, sus acciones, sobre todo las más atrevidas, parecen haber salvado su vida y la de su madre.
Pero antes de que la llevaran al campo de concentración le pasó otra cosa. Le pasó Bernardo. “Porque también hay una historia de amor, también pasaban cosas como ésta, por lo menos a esta niña que está hablando”, dice Sara y ahora sus ojos se iluminan.
Bernardo Rus llegó a su casa de la mano de papá Jacobo, que lo encontró un domingo en la calle y lo invitó a cenar porque era “un muchacho muy interesante y daba gusto conversar con él”. Luego, la madre le reprocharía haber traído a un hombre a quien la nena miraba demasiado. Y era verdad. Se llevaban doce años pero Sara se sentía adulta: “Yo lo miré, él me miró... y empezó a venir más a menudo. Estábamos enamorados. Yo tenía una libretita en la que él me anotó que si algún día sobrevivimos, el 5 del 5 del ’45 nos vamos a encontrar en el edificio Kavanagh de Buenos Aires. El sabía que yo tenía familia en Argentina , se hablaba de eso en mi casa y él leía mucho sobre Argentina ”. Pero antes de esa fecha Sara y sus padres tuvieron que dejar el gueto.

Auschwitz

Habían sobrevivido a muchas “selecciones”. A la madre, que era flaquita, le rellenaban la ropa y le pintaban la cara para que tuviera mejor semblante. De todas formas llegó el día en que rodearon la casa y les dijeron que llevaran lo mínimo posible. Sara eligió una mochila muy chiquita que ella misma había cosido antes de la vida en el gueto. No reparó en meter bombachas. En cambio, puso algunas fotos familiares y la libretita en la que Bernardo anotó la fecha de su reencuentro: “Yo pensaba que podía ser... algún día, pero llegó un momento que dejamos de pensar. Y empezó el viaje a Auschwitz ”.
–¿Cómo fue?
–Nos fuimos los tres, con algunos vecinos y otros que no conocíamos.
–¿Ya sabían de qué se trataba?
–Absolutamente no sabíamos a dónde nos llevaban. En el viaje fuimos apretujados, sucios. Ponían un balde para hacer las necesidades. Se viajaba en un tren de animales. Se veía que la gente se caía de hambre.
–¿Cuánto duró?
–Nunca supe. Perdí la noción del tiempo. Llegamos a Auschwitz . Nos llevaron a Birkenau, a una plaza enorme y empezó la selección. A los hombres directamente los sacaron. Nunca más vi a mi padre. Te dabas cuenta quién iba a un lado y quién a otro por cómo estaban físicamente. Mi madre estaba a la miseria, pero era una mujer muy bonita y todavía muy joven. Pero me la llevaron. La pusieron de un lado y a mí del otro. En mi casa hablábamos alemán y cuando veo que me encuentro sin mi madre... me atreví a acercarme a un SS con un rebenque que estaba en el medio de la plaza. La gente me miraba. Pensaba que me iban a matar. El me mira y me dice ‘cómo te atrevés a acercarte’. Le dije en alemán ‘¿por qué me sacaste a mi madre?’. Si hoy pienso lo que hice... Me mira y me dice ‘¿de dónde hablás alemán?’. Le dije que en mi casa se hablaba. Me preguntó ‘¿cuál es tu madre?’ y me dijo: ‘Andá a buscarla’. La primera salvada. Desde ese entonces mi madre estaba siempre conmigo. Sobrevivió a la guerra conmigo. Pero pasamos momentos muy duros.
Las mandaron a los baños, les cortaron el pelo, les dieron ropa que no les quedaba y las llevaron a una barraca donde se amontonaron en el piso de cemento. No tenían que hacer nada, excepto salir y formar para que las contaran. Todos los días sacaban algunas mujeres de la fila. Mujeres que no volvían. A diferencia de la mayoría de los prisioneros, no las marcaron con un número. “Llegamos en el ’44, estábamos destinadas a ir al gas.” Pero no fueron. Las seleccionaron para trabajar en una fábrica.

Alemania, Austria

Después de dos meses en Auschwitz, se subieron otra vez a los trenes para viajar como animales que van al matadero. Las ubicaron en una fábrica de aviones en Alemania. Sara tenía que remachar las chapas de las alas con una pistola de aire comprimido que casi no podía sostener. “Siempre decíamos, ningún avión de acá se va a levantar”, recuerda. En un turno nocturno, no vio los rieles que estaban en el piso y se cayó para atrás. Casi se corta en dos. En la enfermería, una rusa la trató como a una enemiga de guerra.
“Había que trabajar todos los días. Pero yo no podía levantarme de la cama. Apareció un alemán que me dijo: ‘qué bien que te lo hiciste, vos pensaste que no vas a trabajar, que vas a estar acá descansando’. Yo era un poco atrevida, o no me importaba más nada. Se ve que no pensé o no me interesó. Era bastante rebelde, parece. Le dije en alemán: ‘¿qué me dijiste, que me hice esto a propósito? Sí, señor, me lo hice a propósito para quedarme acá, pero no me imaginaba que iba a perder tanta sangre’. Mi mamá empezó a gritar ‘no le hagas caso, está loca, no sabe lo que dice’. Las chicas que estaban en la habitación se quedaron mudas de miedo. pensaban que nos iban a matar a todas por mi culpa. Un rato después aparece una alemana, una SS, y me dice ‘tenés suerte, el jefe dijo que te mandemos algo de comer’. No podía creerlo”, relata.
–Todas las veces que se rebeló le fue bien.
–Una vez, en una charla que di, un abogado explicó que pude sobrevivir porque, para los alemanes, mientras vos no te rebelás, no les contestás, no sos nadie, nada. Se ve que los impacta que alguien se les anime a contradecirlos y enfrentarlos. Igual, mi descanso no duró mucho.
Después del accidente la mandaron a trabajar a la cocina como pelapapas. A veces podía comerse una papa cruda y también traficaba en el forro de un tapadito cáscaras y pedazos de papas para sus compañeras. “Uno no se puede dar idea de lo que puede significar una papa o la cáscara de una papa. Es el alimento más importante que uno puede imaginarse”, dice. Y sabe.
Los aliados estaban cerca, así que otra vez subieron a los trenes. Esta vez rumbo al campo de concentración de Mauthausen, en Austria , donde finalmente fueron liberadas: “El mismo día que llegamos la Cruz Roja ocupó el campo. Y dejaron de matar. Los alemanes se estaban empezando a organizar para retirarse y todavía tenían ese descaro de decirnos si queríamos ir con ellos porque venían los americanos. Fuimos liberados el 5 del 5 del ‘45. Este día yo fui liberada. Esta fecha quedó en mi mente pero yo no sabía nada de Bernardo y él no sabía nada de mí”.
En Mauthausen Sara recibió una carta. Bernardo la estaba buscando. Y ella fue a verlo. No fue en el Kavanagh, pero no importó. Se casaron y buscaron trabajo. Sara se incorporó a una compañía de teatro. Empezaba a reponerse pero un médico le dijo que debido al accidente que había sufrido en la fábrica no iba a poder tener hijos. “Mi esposo estaba totalmente resignado, basta que me tenía a mí, que nos habíamos podido reencontrar y estar juntos. Para mí, fue un golpe terrible.”

Argentina, vía Paraguay

En Buenos Aires , el tío de Sara estaba dispuesto a recibirla junto a su madre y su esposo. Pero el gobierno de Juan Domingo Perón no le abría las puertas a los judíos. Después de un viaje en avión accidentado, en el que se incendió una turbina y algunos religiosos querían también prender velas porque era viernes, llegaron a Paraguay .
“Oficialmente no podíamos entrar a la Argentina –relata–; teníamos que pasar ilegalmente con un barquito, juntar un poco de plata para dar a una persona que nos cruce la frontera. Eramos diez. Nadie hablaba una palabra de castellano. Nos llevaron a Clorinda. Y el tipo se mandó a mudar. Nos dejó solos, de noche, con lluvia. Hasta que vino un policía a caballo con un rifle. Sentó a mi madre arriba del caballo y a mí me dio el rifle. Nos llevó a su casa a los diez, con su mujer y no sé cuántos chicos y nos dieron de comer. Pero al otro día nos llevaron en micros a Formosa y nos metieron en la cárcel. Pero era una cárcel... qué querés que te diga, los muchachos, los vigilantes nos tenían tanta lástima. Había más de cien personas. A algunos los llevaron después a casas particulares y a nosotros al templo. ¿Pero cómo se hace para ir a Buenos Aires ? Nos decían que nos iban a mandar de vuelta a Paraguay . Mi esposo era un hombre muy inteligente. Ya sabíamos que existía Eva Perón, que ella hacía mucho por la gente. El se atrevió a mandar una carta en pola co a Eva Perón. Le contaba nuestra historia. Se ve que le llegó, la hizo traducir y mandó a decir que no nos asustemos y que nos iban a mandar pases para ir a Buenos Aires . Efectivamente después de un tiempo nos mandaron los pases a todos los que estábamos allá. Y nos vinimos a Buenos Aires .”
Había que empezar de cero. Bernardo se inició en el oficio de anudador textil y, asegura su mujer, llegó a ser el mejor de Villa Lynch. Sara no se resignó a la idea de no tener hijos y fue a ver a un médico que para su sorpresa le dijo que no tenía nada, sólo un cuerpo que había sufrido mucho y necesitaba reponerse. Daniel nació el 24 de julio de 1950. Y cinco años después llegó Natalia: “El de Daniel fue un embarazo complicado porque era un cuerpo complicado. Pero resistí. Era un chico hermoso y desde chiquito fue brillante en todo: en el colegio, se recibió de lo que él quería, fue físico nuclear.... Hasta el año ’76 lo tenía yo”.
Sara dice que Daniel no militaba, pero que seguramente era peronista. Que ella no sabía nada porque su única preocupación era rehacerse. “Recién empezábamos a vivir”, apunta.
El 15 de julio de 1977, a las dos y media de la tarde, Daniel Rus fue secuestrado en la puerta de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), donde trabajaba. Otros veinte físicos empleados de ese organismo fueron detenidos ilegalmente durante la última dictadura. A Daniel lo subieron a una camioneta. Esa fue la última vez que alguien lo vio. No hay testimonios que lo ubiquen en algún centro clandestino de detención, aunque su madre sospecha que estuvo en la Escuela de Mecánica de la Armada , ubicada en la vereda de enfrente de la CNEA.
Cuando Daniel no llegó a casa, Sara y Bernardo pensaron que había tenido un accidente. Recorrieron comisarías y hospitales, hasta que fueron a la CNEA y se enteraron de que estaba desaparecido. “Ahí empecé yo a luchar – dice Sara, como si su vida anterior quedara reducida ante la pérdida de su hijo–. Fui al Ministerio del Interior, presentamos hábeas corpus, mi esposo escribió cartas a todo el mundo, el Papa incluido, y me incorporé a las Madres de Plaza de Mayo y empecé a dar vueltas a la plaza. Antes había entrado a una agrupación de sobrevivientes de la guerra. Lo más triste fue que cuando desapareció Daniel esa gente, hasta los mismos sobrevivientes, empezaron a alejarse de nosotros por el miedo que había en el país. Una chica que también fue secuestrada, hermana de un muy amigo de Daniel que está desaparecido, nos contó que en la sala de torturas había esvásticas. Estaba claro que acá habían aprendido una buena lección de los nazis... A mí me parecía que era imposible perder a este hijo. Un día subí a la terraza de mi casa y grité tan fuerte, llamándolo, pensando que él en algún lado podía estar escuchando. El siempre decía ‘vos sos tan fuerte mamá’. Y yo no pude hacer nada por él.” Sara llora. Es otra vez la impotencia.
–Lo buscó, reclamó a las autoridades, a la Justicia , se unió a las Madres...
–Es verdad, pero me imagino que eso es lo que él pensó. No sé de qué manera lo mataron, cómo lo hicieron sufrir. Mi madre vivió hasta los noventa años conmigo, pero en el momento en que me llevaron a mi hijo dejó casi de hablar. No le interesó más la vida. Murió con su dolor y no pudo ver todavía bisnietas, lo que yo estoy deseando.
–¿Y qué pasó con su esposo?
–En el ’77 dijo que estaba esperando que venga la democracia, que en algún momento vamos a tener que pasar a estos asesinos. Y en el ’83 dijo: ‘si mi hijo en seis meses no vuelve, yo ya no tengo nada que hacer’. Vino la democracia, pasaron seis meses, mi esposo se enfermó de un tumor y falleció el 2 de mayo de 1984.
“¿Sabés lo que todos me preguntan –se adelanta Sara–, de dónde saco mis fuerzas? Yo lucho por no olvidar. Lucho por la memoria. Para que jamás los nazis de Alemania y los que estuvieron acá tengan la fuerza que han tenido. La memoria es lo más importante, porque si no se tiene memoria las cosas vuelven a pasar. La fuerza sale de que gracias a Dios tengo una familia, una hija, un yerno, dos nietas, las Madres de Plaza de Mayo, los amigos que hice y que me quieren... Mi madre me decía, cuando estábamos en Alemania, ‘vas a ver que todavía vamos a tener un pan sobre la mesa’ y yo le contestaba ‘¿en qué mesa?’. Yo digo que la vida es linda porque si pasó todo eso y tengo una mesa y puedo recibir visitas, puedo servir y estar rodeada de amor... qué más se puede pretender. La vida es hermosa, si uno no quiere vivir es fácil morirse.” Y apunta: “Yo tengo mis recuerdos bien adentro. Si todavía puedo pensar, puedo contar, y mientras pueda contar, lo voy a seguir haciendo”.■