martes, 22 de febrero de 2011

EDMUNDO RIVERO Y EL LUNFARDO


Por Pablo Darío Taboada
Lionel Edmundo Rivero no necesita presentación, porque es sin duda alguna, uno de los cantores más grandes de la historia de la canción argentina que nos ha regalado la magia de su talento musical. Pero en esta ocasión presentaré a Don Edmundo, no en su magistral condición de artista dotado de una inmejorable sensibilidad cantoral, sino que lo mostraré en su inminente faceta intelectual como un colega rutilante en el medio de los investigadores de la cultura popular.
Efectivamente, Rivero ha sido un gran investigador y escritor de las cosas nuestras: ha desarrollado su talento de analista musicológico en un libro que recomiendo y que lleva por título “Las voces, Gardel y el canto”, donde entre otras cosas pone de manifiesto la cabal explicación de los recursos técnicos y estéticos de Gardel, dejando por y para siempre aclarado el tema de los cambios fonéticos que el “Zorzal” traslucía cuando cambiaba las letras “N” o "L" por la “R”, de las que tantas inconsistencias y tonterías se han vertido. También en esa obra, nos permite introducirnos a una interesante e inexplorada aproximación hasta hoy inédita, de la fama y de la historia del tango en Rusia.
Pero además de sus estudios musicológicos e histórico-musicales, quiero destacar su carácter filológico ad hoc (ni más ni menos que lo realizado otrora por Vicente Rossi o Jorge Luis Borges en  dorados, lejanos y señeros tiempos) como profundo conocedor y estudioso de nuestro lunfardo. Tan es así que además de haber formado parte de una pléyade de hombres importantes en el seguimiento de ese tema como Luis Alposta, Gobello y fundamentalmente el notable periodista José Barcia, Rivero nos legó como un excelente album de recuerdos, un libro intitulado “Una luz de almacén” donde despliega una enorme y cálida pluma con ribetes de  fino literato  y con un singular y probo manejo del par “castellano-lunfardo”, que es realmente conmovedor.  La obra lleva como subtítulo “El lunfardo y yo” y pasa revista a algunos sucesos de su carrera en la parte bautizada como “Deschave personal”, pero también desarrolla un análisis de varias letras lunfardas y sobre todo desbroza un nutrido diccionario de palabras y etimologías lunfardas, clasificadas por temas: abogados, médicos, periodistas, militares, psiquiatras, fútbol, turf, delincuentes, tangos, etc.
El aporte de Rivero a la materia ha sido injustamente olvidado y nada mejor que recordar y aconsejar la lectura de esa obra, que será seguramente de sumo agrado para todos los amantes de las costumbres porteñas. El libro fue publicado por la prestigiosa editorial, EMECE, en 1982. Cuenta con un prólogo y una selección de textos gestada por Ignacio Xurxo, quien recopiló distintos escritos de Rivero.
En ese sentido, podemos recordar las estrofas de Rivero en un poema lunfardo dedicado a Buenos Aires:
“A BUENOS AIRES”
En tu baraje gringo, ciudad mía,
vas perdiendo tus zarzos y tu brillo
tu malevaje está en la taquería
y apolilla en orsay tu conventillo. 

Sos cadenera flor sin berretines
que currás a los cuores con tu rango;
Pero el choma que aceita tus patines
es canchero y varón, se llama tango. 

Mis escoberos siempre harán candado
y en mi bobo de zurda sin falsía
aunque te dieron juego marquillado
pa' mi valés más que una maría. 

Yo seguiré scruchando en tu lunfardo
sin monseñor, ni jirafa, ni bandera
 mi voz altillera será el bardo
que te cante la rima más canera.   

Cuando llegue el final, si la de blanco
me lleva con el cura antes que al hoyo,
que el responso sea en lunfa, así lo manco.
Yo no aprendí el latín, de puro criollo. 
y así estarás feliz, matina y será,
más contenta que santo en la leonera
Edmundo Rivero                                                                                                                              
Este hermoso poema de Don Edmundo Rivero guarda un par de imágenes sobresalientes que quiero destacar en aras de su talento poético. Homero Manzi alguna vez nos sorprendió con su punzante y conmovedora  frase: “El alma está en orsai…”. Rivero con un mérito no menor nos traspola esa misma metafísica de Homero al punto clave de la geografía lunfarda como escenario del alma del arrabal, con la resonante voz del enunciado “apollila en orsay tu conventillo”. De encomiable jerarquía es la última cuarteta, precedente del colofón final.
Rivero solía recordar al cantor Alfredo Marino, autor de la letra del tango “El ciruja”, con la consabida frase de saber que el poeta de la mayor simbología lunfarda del tango era ante todo un señor y un caballero. Creo que esa misma recordación bien la podemos endilgar a Rivero, por más que a él le gustaba decirse: “ya van quedando pocos testigos”. 

2 comentarios:

  1. Lenguaje de la ciudad de Buenos Aires, sin distinción.
    No fue ni es el lenguaje de los desclasados o los marginados de la sociedad. Forma parte del lenguaje popular, inseparable y distinguido: idioma de los argentinos, del pueblo, hablado en todas las épocas. Esta nota justifica su inclusión en la revista e ilumina, en panorámica, cómo se construye el idioma con aportes de todos los actores de la historia.
    Andrés

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  2. Imagino un "santo en la leonera" junto a objetos desechados, sin uso. ¿Riveros hablará de su responso sin cura y con tango (lunfardo)?
    Me gustó.
    Graciela Urcullu

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