sábado, 10 de abril de 2010

ERNESTO RAMÍREZ

La foto no es casual si no causal: Ernesto Ramírez, (a el Pibe Sañoram) fue filmado en el Aeropuerto de Barcelona hace un par de horas... Está esperando nuestro arribo mañana a las 20hs. de España, en que llegaremos de visita Ester y el dicente con unas botellas de vino que serán bienvenidas por el célebre catador charrúa. (no tenés que exagerar, Ramírez...). Y de paso anunciamos a los amigos lectores y colaboradores que haremos una breve pausa barcelonesa en nuestro diario quehacer hasta el 18 de abril...
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Mutatis mutandis

La lectura generó la primera gran confusión en mi vida y, una vez superada, algunos cambios. Cuando tenía unos siete años reparé en que mi tío se pasaba largas horas encerrado en su pieza leyendo unas malolientes y amarillentas novelas de cowboy. Aderezando la lectura con sendas botellas de vino. Cuando salía a comprar más vino y cambiar los libracos ya leídos -sin rasurar y despeinado, tambaleándose y sudando, con un pucho en la boca y los pantalones dejando ver la hendidura de su culo gordo- mi asombro infantil no me cabía en los ojos al constatar como tanta lectura acababa por mimetizarlo con los personajes de ficción. Mi padre sólo leía el periódico y, si bien bebía, ingería bastante menos alcohol que su hermano. Mi abuelo era abstemio y analfabeto. Por asociación deduje que a mayor cultura más adicción alcohólica. Por años me limité a los libros de textos indicados por los profesores en aras de preservar mi virginidad dipsómana. Pero en la adolescencia descubrí -y me despeñé en- El pozo y para festejarlo me agarré una curda perenne. Ni que hablar que Rayuela me halló borracho sin poder acertar el pie en sus casilleros y que las sucesivas resacas me perdieron por El jardín de los senderos que se bifurcan. Me congratulé brindando reiteradas veces por mi tocayo luego de El viejo y el mar y en el sopor del etanol intimé con la Tía Julia a escondidas del escribidor -otro tío, un contable aburrido y fracasado-. Como El Idiota más acérrimo creí haber caído en el delírium trémens cuando febril me interné en La metamorfosis y concluí que únicamente La madre es capaz de comprender los entuertos de un hijo. Por lo que asumí estar condenado por los próximos Cien años de soledad a retornar, una y otra vez –metafísicamente-, a llorar borracho en su lejano regazo La hojarasca de mis fracasos.
Antes de mi primer autoexilio descubrí La importancia de llamarse como me llamo, lo que me brindó La tregua necesaria para analizar por que mi primer nombre Pedro, Páramo onomástico ha sido después del secundario ya que no he vuelto a usarlo. Y al poco de partir, Quincas Borbas me sedujo con su plantación de patatas, en un portugués escasamente practicado con El banquero anarquista, que me daba clases sólo de anarquismo y portugués. Por lo que mis finanzas continuaron endebles y alcanzando apenas para el vino y poco más. Hoy, marcado por una estela de Amores perros, asisto en -y desde- el primer mundo, por El ojo de El túnel, La divina comedia en la que, impotentes, estamos inmersos.    
Como el destino me deparó una vida nómada y los libros pesan mucho, han ido quedando por el camino y nunca he podido consumar una biblioteca convencional. Sólo algunos me acompañan físicamente. La inmensa mayoría, como el alcohol, los llevo incorporados.
¡Brindo entonces por las bibliotecas, las públicas, las privadas, y las errantes..!  

                                                                                   Ernesto Ramírez 12/08         

3 comentarios:

  1. Salud amigos! Que disfuten la estadía. Bien ganada la tienen.Un abrazo fuerte y extendido-amelia arellano

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  2. Brindo por las bibliotecas errantes (hic).C.A.T.

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  3. Querido Ernesto, disfruten, como no hacerlo con una amistad importante, esa que perduda y que cubre espacios buenos y malos. Un abrazo. Y venga el brindis también.

    Lily

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